“… animaos unos a otros y edificaos unos a otros…” (1 Tesalonicenses 5:11)
Después de treinta años de matrimonio, su mujer estaba a punto de “tirar la toalla”. “Ya estoy harta de vivir contigo. Nunca más me dices que me quieres…”. Él respondió: “Cuando nos casamos te dije que te quería; si cambio de opinión, te lo haré saber”. Muchos líderes esperan que sus seguidores funcionen con el “piloto automático” puesto, como el marido anterior de corazón duro. No entienden que la gente florece cuando es estimada; lo necesita. A veces, las organizaciones cristianas son las peores: “Estás trabajando para el Señor y Él te lo recompensará”. Sí, todos trabajamos por esa “palmadita en la espalda” final en el Cielo, pero Dios espera que se la demos a otros también a lo largo del camino. Pablo escribió: “…animaos unos a otros y edificaos unos a otros” (1 Tesalonicenses 5:11).
Algunas personas no necesitan recibir ánimo. Son tan fuertes y están tan ocupadas que cualquier intento de elogio sería como un mosquito irritante volando alrededor de la cara; con una mirada confusa lo rechazarían. También hay personas que sospechan de los piropos porque otros se aprovecharon de ellas. En su caso, todo lo que tienes que hacer es ser amable con ellas. Pero la mayoría de nosotros necesita reconocimiento, y en grandes cantidades. Phillis Theroux escribió: “Una de las cosas de la vida de la que la mayoría de la gente nunca tendrá lo suficiente, son los halagos. El ego nunca está tan lleno como para no aceptar una pequeña cortesía. Los cumplidos, por su propia naturaleza, son altamente `biodegradables’ y tienden a `disolverse’ a las pocas horas o pocos días de haberlos recibido, por lo que ¡siempre podemos beneficiarnos de otro!”.